Los científicos planean analizar datos históricos de movimiento polar (disponibles desde finales del siglo XIX) para estudiar variaciones en el almacenamiento de agua continental durante los últimos 100 años.
- Agua subterránea desplazada.
- Tierra inclinada unos 0,80 m hacia el este.
- Más de 2.150 gigatoneladas bombeadas.
- Aumento del nivel del mar; cambios en el eje de rotación.
- Zonas críticas: India noroccidental y oeste de Norteamérica.
- Señal clara en los datos de movimiento polar.
Hemos bombeado tanta agua subterránea que hemos desplazado el eje de rotación de la Tierra
La comunidad científica llevaba años sospechando que la extracción masiva de agua subterránea no solo alteraba acuíferos, ríos y ecosistemas, sino también algo que parecía intocable: la forma en que el planeta gira. Ahora, un estudio publicado en Geophysical Research Letters refuerza con datos lo que antes eran aproximaciones: entre 1993 y 2010, el bombeo humano de agua desplazó el eje de rotación terrestre alrededor de 0,80 m hacia el este. Una cifra pequeña si se piensa en una esfera de más de 12.700 km de diámetro, pero enorme si se considera que el responsable es únicamente el cambio en la distribución del agua.
El agua que se mueve cambia la forma en que el planeta gira
Los modelos climáticos ya estimaban que en ese mismo periodo se habían extraído 2.150 gigatoneladas de agua del subsuelo. Equivale a añadir unos 6 mm al nivel global del mar. Pero faltaba una forma independiente de comprobarlo, ya que medir con precisión la pérdida de agua en acuíferos continentales es técnicamente complejo.
Una alternativa está en el llamado movimiento polar, un fenómeno natural en el que el polo de rotación —el punto alrededor del cual gira la Tierra— se desplaza ligeramente sobre la superficie terrestre. Ese movimiento responde a cómo está distribuida la masa del planeta. Si cambia la distribución del agua, cambia la rotación. Igual que un patinador gira distinto al abrir o cerrar los brazos, la Tierra responde a estas variaciones de peso.
En esta investigación, el equipo dirigido por Ki-Weon Seo, de la Universidad Nacional de Seúl, comparó distintos escenarios de redistribución de masa: primero solo hielo y glaciares; después sumando el agua subterránea. La sorpresa (o quizá la confirmación que muchos esperaban) llegó cuando los modelos solo coincidieron con los datos reales al incluir la extracción de agua subterránea. Sin ese factor, el modelo se desviaba más de 78 cm respecto a lo observado.
La huella invisible del agua subterránea
La capacidad del agua para modificar la rotación terrestre se descubrió en 2016, pero la contribución específica del bombeo humano seguía sin cuantificarse. Este nuevo trabajo apunta que, dentro de las causas climáticas analizadas, la redistribución del agua subterránea es el factor que más influye en la deriva del polo.
Lo llamativo es que la ubicación del bombeo importa tanto como el volumen. Las mayores alteraciones se detectan cuando el agua procede de latitudes medias, donde el efecto sobre el eje es más pronunciado. Y justo ahí se encontraron dos focos críticos durante el periodo estudiado: el oeste de Norteamérica y el noroeste de India. Dos regiones donde la presión sobre los acuíferos es estructural, no puntual.
¿Puede frenarse este desplazamiento?
Según Seo, si los países lograsen reducir de forma sostenida la extracción en las zonas más sensibles, podría observarse un cambio en la tendencia. Pero no sería inmediato. Hacen falta décadas de gestión responsable para que el movimiento polar responda.
Aun así, la idea de que el planeta incline levemente su eje por acción humana no debe confundirse con un riesgo inmediato para las estaciones del año o el clima a corto plazo. El movimiento polar tiene componentes naturales que oscilan varios metros cada año. Es, más bien, una señal geofísica de fondo, un indicador de que el agua dulce está cambiando de lugar en cantidades suficientes como para dejar huella en la mecánica terrestre.
Mirar hacia atrás para entender el presente
El equipo propone ahora usar registros históricos de movimiento polar —que datan de finales del siglo XIX— para reconstruir cómo han cambiado las reservas de agua en continentes enteros a lo largo de más de cien años. Un enfoque que podría revelar cuándo empezaron ciertos cambios hidrológicos asociados al calentamiento global y a la expansión agrícola moderna.
Quizá haya patrones ocultos en esos datos que expliquen sequías recurrentes, agotamientos progresivos de acuíferos o variaciones en grandes cuencas. La ciencia, a veces, encuentra respuestas en lugares inesperados: en este caso, en el vaivén milimétrico del eje de rotación.
Impacto
La extracción continua de agua subterránea no solo altera la rotación terrestre. A nivel ecológico, supone una presión enorme. Los acuíferos se recargan lentamente, y cuando se bombean más rápido de lo que se regeneran, se desencadenan impactos que se extienden por toda la superficie: humedales que se reducen, ríos que pierden caudal, suelo que se hunde en zonas urbanas y agrícolas. También cambia la dinámica del nivel del mar, que absorbe literalmente el agua transferida desde tierra firme.
El desplazamiento del eje de rotación no provoca impactos inmediatos sobre los ecosistemas, pero sí indica un desajuste global. Un síntoma. La señal de que el planeta redistribuye masas de agua a gran escala, lo que coincide con el deterioro de ac
Es un recordatorio incómodo: lo que ocurre bajo tierra, aunque no se vea, cuenta. Y mucho.
Más información: Ki‐Weon Seo et al, Drift of Earth’s Pole Confirms Groundwater Depletion as a Significant Contributor to Global Sea Level Rise 1993–2010, Geophysical Research Letters (2023). DOI: 10.1029/2023GL103509
uíferos estratégicos para la alimentación, la biodiversidad y la estabilidad del territorio.