“Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo” (George Santayana)
En La actualidad, los diversos medios de comunicación nos alertan y parecieran hacernos ver que, debido a algunos efectos del cambio climático, como las sequías, generan un alto impacto negativo para la agricultura y el medio ambiente, a nivel mundial.
Chile, no escapa a lo anterior, y tras la información entregada por los ministros de Obras Públicas y Agricultura (ver enlace al pie de la nota), que da cuenta que en la última década las precipitaciones y eventos de nieve en la cordillera han sido menores a las estadísticas históricas (oferta de agua), y la producción y consumo ha crecido, (demanda de agua) lo que pone en riesgo a las distintas actividades que utilizan del recurso y en un estado de alerta a la ciudadanía en general.
Pero, ¿es la realidad país la que afecta el valle de Copiapó?
El valle de Copiapó está ubicado al norte de la región de la región de Atacama, donde se encuentra el desierto más árido del mundo. Un valle, cuya condición natural hace que registre precipitaciones promedio cercanas a los 20 mm por año, y a la vez se presenten eventos de gran magnitud con una frecuencia de entre 10 a 15 años, con lluvias que registran más de 80 mm concentradas en uno o dos meses, siendo estos eventos fundamentales en el ciclo natural del agua. Es bajo estas condiciones, que desde los años 80 se desarrollan y conviven actividades mineras, agro-industrial y agrícola, generadoras de empleo y motor de la economía de la región, matriz productiva que habla de una región que desde los años 80 creció y aumento casi al doble demográficamente su población.
Pareciera, que luego de los aluviones del 2015 y 2017, a muchos se les ha olvidado nuestra condición natural, una que da cuenta de una permanente condición de bajas precipitaciones, de regantes organizados, y de una planificación durante los últimos diez años en conjunto con el sector público y privado, para hacer cada vez más eficientes en el uso y conducción del recurso hídrico, con un alto estándar de tecnificación extrapredial (tuberías de conducción) y de tecnificación intrapredial (riego por goteo y acumulación) que refleja la eficiencia del uso de las aguas en los distintos procesos, el mantener el caudal del río en mientras la condición de abundancia lo permitió, aporto además a una recuperación promedio de unos 20 metros en el nivel freático del acuífero a lo largo del valle.
Todo lo anterior, son aspectos positivos para afrontar el escenario actual, pero también, evidencia la existencia de un embalse que debe ser mejorado para concretar una gestión sostenible en el tiempo, capaz de brindar seguridad en años de escasez, como en años de abundancia, y ser capaces planificar y ejecutar obras que ante futuros eventos extremos y posteriormente en años de abundancia, permitan una mejor aprovechamiento de estas aguas, evitando así que vallan a para al mar, de ahí la importancia de corregir y avanzar entre todos, en obras, ya que estas son finalmente las que permiten avanzar de verdad.
Pese a todo, y gracias a la correcta y responsable toma de decisiones, tales como, seguir implementado obras de mejoramiento en la conducción del agua, el control de riberas del Río, y, sobre todo, de una adecuada gestión en el reparto y control de las aguas superficiales, es que hoy, podemos informar responsablemente a nuestros socios que cuentan con el recurso hídrico asegurado para la temporada 2019/2020.
“haz hoy lo que no hiciste ayer.” (Refrán español).
Thimothy Taffe Rodrigo
Presidente
Junta de Vigilancia del Río Copiapó y sus Afluentes
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